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jueves, 20 de enero de 2011

SUPERSTICIONES, SUPOSICIONES Y LEYENDAS URBANAS

En términos generales, la superstición es sólo un concepto falso o, al menos, no demostrado científicamente. Por ejemplo, hasta el siglo XIX se creía que la séptima ola que llegaba a la playa era mortal, aunque nunca se especificaba cuándo había que empezar a contar.

Hay supersticiones más populares, como la que alude a tocar madera cuando se habla de algún suceso desagradable o pernicioso, cuya explicación se remonta a tiempos antiquísimos (en la Persia oriental, los babilonios creían que en la madera residían los dioses protectores.

Las leyendas y suposiciones se extienden a casi todas las materias: por ejemplo, todo el mundo sabe que Eva tomó una manzana del árbol prohibido y que éste fue el origen del pecado original;sin embargo, en la Biblia no se dice que el árbol fuera un manzano y, por supuesto, no se dice nada de una manzana, de modo que bien pudo haber sido un higo o un melocotón.

Otra tradición muy extendida es la del portal de Belén: como todos saben, la Virgen María dio a luz un niño en el pesebre y allí había un burro y un buey.
Pero ninguno de los evangelistas dice nada de estos dos animales. La tradición parte de un texto apócrifo y no aceptado por la Iglesia como canon religioso: es en el Pseudo Mateo donde se dice que un asno y un buey adoraron al recién nacido.

Éstos son algunos casos de suposiciones o supuestos inventados, pero ha habido otros más peligrosos: por ejemplo, los médicos del siglo XVIII pensaban que la melancolía se curaba sangrando (o desangrando) al paciente.

Lo más novedoso en cuanto a leyendas se refiere es el capítulo de “leyendas urbanas”. En realidad, no son más que cuentos o suposiciones sin ninguna base. La más conocida es la de los restaurantes chinos.
Según se dice, los chinos en España no se mueren, o al menos no se ven funerales de chinos, ni en los periódicos hay esquelas con nombres chinos, ni en los cementerios hay lápidas con nombres chinos. De modo que ya se puede suponer qué hacen los chinos con sus compatriotas muertos… Como es natural, esto no es más que una falacia que intenta provocar el desprestigio de ciertos establecimientos de hostelería: los restaurantes chinos.

Otra leyenda moderna muy conocida es la de los peligros en las alcantarillas: en el último cuarto de siglo hubo una afición singular: la de tener como animales de compañía a serpientes, pirañas, ratas, iguanas e incluso cocodrilos y caimanes.

Cuando los propietarios se cansaban de ellos, los echaban a las alcantarillas y hubo muchos que sobrevivieron, de manera que los bajos fondos de las ciudades modernas están plagados de animales peligrosísimos… Esto también es absolutamente falso.

Corre también otra leyenda urbana muy curiosa: de tanto en tanto suele comentarse que en tal incendio, en los bosques de España, se han encontrado los restos calcinados de un submarinista, con su escafandra, sus bombonas de oxígeno y sus aletas para los pies. La extrañeza del suceso es notable porque ¿qué demonios hace un submarinista en los montes o en los campos incendiados? La explicación es tan peregrina como la invención del suceso: se afirma que los hidroaviones que utilizan los bomberos para apagar el fuego habrían succionado al submarinista en un pantano y que, sin reparar en ello, lo habrían dejado caer con el resto del agua sobre las llamas.
No será necesario apuntar que esta idea roza lo esperpéntico, ya que los hidroaviones absorben el agua mediante tubos o rejillas por las que un hombre jamás podría entrar.

Para concluir con estos ejemplos de leyendas urbanas modernas citaremos una que tuvo un éxito espectacular: todo el mundo sabe que los últimos años de un siglo o de un milenio provocan cierto terror en el hombre; es la sensación de que algo concluye y se tiene la impresión de que hasta la misma vida puede acabarse. Durante los últimos años del siglo XX esta sensación se repitió, como había sucedido en el año 1000, en el 1500 y en el 1900. Naturalmente, no se hablaba de una gran catástrofe que destruyera el mundo, sino de otro mal aún peor: el “Efecto 2000”. Consistía en que los ordenadores de todo el mundo, que identificaban las fechas con dos dígitos, no sabrían distinguir si las dos últimas cifras 00, pertenecían al año 1900 o al año 2000, que estaba ya muy cercano.
Aterrorizados por un colapso informático, los estados, las empresas y las instituciones invirtieron miles y miles de millones en tratar de anular el terrible Efecto 2000. Los agoreros anunciaron que la instalación eléctrica dejaría de funcionar, que no habría gas ni medios de transporte, que las televisiones, los videos e incluso los hornos microondas se volverían locos. Muchas empresas informáticas hicieron su agosto. Sin embargo, pocos cayeron en la cuenta de que los sistemas informáticos que señalaban las fechas del año con sólo dos cifras se habían dejado de fabricar hacía muchos años.
Por supuesto, nada ocurrió y el mundo siguió rodando como siempre, y el mar siguió donde estaba.


Trazando Rumbos.


Fuente: Leyendas Tradicionales. José Calles Vales. Ed. LIBSA.

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